Desanda la distancia y vuelve al centro
del corazón que espera junto al río.
Reconstruye el color que tuvo ayer el cielo
y envuelve en tenues trazos el olvido.
Devuélvele el perfume a la genista
y el color a los lirios.
Y entrégale a la estancia, nuevamente,
—como si en julio se iniciase un curso nuevo—
aromas y sonidos.
Llegaba cada día,
como si de un plenilunio
se tratara.
Desplazando las sombras
al último rincón
oculto de la estancia.
Inundando el espacio
de claridad serena.
Y de inquietud el alma.
... Y hubo catorce soledades,
catorce ausencias tristes.
Catorce soledades en silencio.
Y cuando el mar despierta,
aún nos queda el recuerdo
de interminables olas imposibles.
Y el silencio. |
Ha llegado de pronto,
como un volcán que estalla
en la cima del mundo,
pasado el medio día,
quemando la mirada.
Ha estallado de golpe
en el centro del alma,
colmando con su risa
—inagotable fuente—
la estancia despoblada.
Y he inventado una historia
que nunca terminaba,
como una red de sueños
tejida con palabras.
Y mi mirada ha besado
—todo el tiempo—
el beso de su mirada.
Y recorrí de nuevo
tu frente y tu mirada.
Hoy,
sentado junto a ti,
—por un instante—
retorné cada fecha al calendario
mientras te escuchaba.
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