Cuadernos de la Luna

AUSENCIAS
y otras realidades

Madrid, 1993
Del catálogo de la exposición del mismo título
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Eras como esa lluvia que, inesperadamente,
estallaba en noviembre y fundía la escarcha.
Manantial imparable que manaba del alma
bañando tu dos noches en un mar transparente.

Eras la transparencia del vado que remansa
serenamente el canto de la voz de este río
prometido en diciembre, tremulante de frío,
como hiedra abrazada al tronco que la agranda.

Vencedora del mar irisado de miedo,
dos lunas divididas por la herida del centro.
Eras la primavera que en marzo renacía.

El miedo acumulado en años de silencio,
como un dolor amigo cobijado en el pecho.
En julio, eres de nuevo la ausencia conocida.


De nuevo entre tus manos –en otro espacio–
renacerán las flores y los sueños.
Podremos inventar un nuevo juego
y jugaremos juntos debajo de otro árbol.

Y, aunque no pueda ser aquél que ayer plantamos,
–muerto de olvido–
se vestirá de nubes,
de tan alto.

De nuevo entre tus manos renacerán las flores.
Cuando yo olvide la mar... y tú tu llanto.

Mientras tu pensamiento reposa abandonado
en el lecho que acoge tu luminosidad dormida,
el corazón amante permanece callado,
el corazón que ama permanece en vigilia.

Y circunda tu frente con un anillo áureo
de besos infinitos que cobijan la calma,
protegiendo tu sueño como un círculo mágico
que define el perfil exterior de tu alma.

Cuando acuden de nuevo tus ojos asombrados
a iluminar el día,
mi corazón descansa.


Aún puede el pensamiento conservar
la imagen de la flor de un mes de marzo.
La flor de aquel árbol del amor
florecido a destiempo,
cuando aún el invierno
nos envolvía en su llanto.

Aún puede el corazón quebrar el ritmo,
como queriendo detener por un instante
su acompasado paso,
al recordar –dolor desasistido–
la muerte de nuestro árbol.

Es posible que aún, en la memoria,
oculto permanezca
el sonido de un nombre
y el color inventado de unos labios.


Y mañana,
cuando la mar fecunde nuevas nubes,
cuando tras la ventana otro día amanezca,
serás como un ayer que nunca había existido.
Un dolor apaciguado por la ausencia.

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