Cuadernos de la Luna

DIEGO DELGADO DÍEZ
Solo sentimientos

Lora del Río (Sevilla), diciembre 1987
Nº 7 Colección Aceña de Poesía

Nadie salió a despedirme
cuando me fui de la estancia,
solamente "el ovejero", un perro,
cosas que pasan...

José Larralde

¿Quién se acordó de ti, padre,
quién se acordó de ti...?
Amanecía y tus ojos
luchaban contra el sueño
mientras las fuerzas regaban
lentamente tu cuerpo.
Tus pasos en el camino
rompían el silencio
y otro día de trabajo
se abría ante tu esfuerzo.
¿Quién se acordó de ti, padre,
quién se acordó de ti...?
Cuando el dolor y los años
se han clavado en tus huesos,
cuando tus pies, ya cansados,
no pueden con tu cuerpo,
cuando en las secas arrugas
se lee tu sufrimiento
y una voz en tus entrañas
grita que ya estás muerto...
¿Quién se acuerda de ti, padre,
quién se acuerda de ti...?

 

Donde el camino se pierde en sí mismo
para ser solamente polvo y piedra,
donde el vacío del viento se junta
con la inmortal pureza de la tierra,
donde el sol no se asoma en el invierno
más que para alejar los nubarrones
de la tenue angustia de las cosechas...
Allí tenía el abuelo su huerta,
con su limonero siempre florido
y sus naranjos, sus cuatro naranjos,
como cuatro rosas de primavera.
Y estaba orgulloso de tener poco
porque lo tenía en su misma esencia...
Pero el tiempo, incansable viajero
por estas nirvanas tierras sureñas,
era testigo de que la vejez
se lo iba llevando con su quimera...
Y una tarde, cuando el sol sollozaba
de puro dolor, cansancio y espera,
él ya no estaba junto a sus naranjos
ni junto a su limonero florido,
se hallaba bajo el cielo de una acequia,
por donde nunca correría el agua,
por donde nunca entraría otra vuelta...
Hoy, ya no hay naranjos ni limonero.
Sólo queda la sombra de una tierra
parida en las entrañas andaluzas
de una seca e interminable ribera.
Allí tenía el invierno refugio,
allí tenía el camino sus piedras,
allí tenía la vida su esencia,
allí tenía el abuelo su huerta...


Cerraré los ojos y me iré despacio,
pintará mi camino surcos de oro blanco
y así sabrán todos aquellos que me sigan
que por ese sendero he estado caminando.
Esculpiré unos versos en papel mojado,
se secará el papel y volará muy alto
y así sabrán todos aquellos que me sigan
que escribí esos versos cuando estaba llorando.
Levantaré una estatua de carne en los campos
para que el tiempo la vaya poniendo de mármol,
y así sabrán todos aquellos que me sigan
que tras esa estatua está mi cuerpo encerrado.
Romperé lo escrito y desandaré lo andado
y me haré hombre de nuevo, hombre de barro,
y así sabrán todos aquellos que me sigan
que yo cerré los ojos y me fui despacio...

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