Cuadernos de la Luna

JUAN CERVERA
Contraseñas

Lora del Río (Sevilla), diciembre 1981
Nº 3 Colección Aceña de Poesía

II

Herido de arcabuz va mi fantasma
por tu casa de piedra verdecida.
La absorta telaraña de la vida
agoniza de súbito en el asma.

Le falta el aire al tiempo y se me pasma
el corazón sin ti, luego se oxida
la plata de una antigua amanecida
y la noche del mundo se enmarasma.

Todo queda suspenso. Detenido
queda todo por siempre en mi mirada.
Los armarios se empolvan y los trajes

envejecen colgados del olvido.
Siento el beso sin labios de la nada
y en un viaje inicio todos los viajes.


III

Mi dolor crece de pronto en la fortuna,
mi corazón efímero en lo eterno
y yo, que vuelvo ileso del averno,
miro reverdecer mi hendida duna.

¿Quién ha dicho, decidme, flor de luna,
novia de mi crepúsculo más tierno,
verano con frescor virgen de invierno,
cedro con vocación de blanda cuna?

Yo no sé quién ha dicho rosa y río,
pero yo digo vida y camposanto,
hombre herido de angustia y de alegría.

Después no diré nada, aunque sea mío
todo el dolor del mundo envuelto en llanto
y comience otra oscura travesía.


V

La vida es sólo un lujo, tú lo sabes.
Suenan las caracolas frente al mar.
El sueño que soñaba despertar
se encuentra con el oro de tus llaves.

La vida es un dispendio, rosas claves
para mágicamente retornar
a la acción del perfume y respirar
a la sedienta altura de tus aves.

La vida tiene muerte en la mirada
y yo vivo mi muerte a vida plena.
Un campanario azul me da su sombra.

Muerdo otra vez el pan de tu alborada
y recobro la fe de la azucena.
Se nombra al fin la luz que no se nombra.

 

VI

Te encuentro donde el fiel es despedida,
otoño con perfil de primavera,
en tanto que huye todo cuanto espera
sobre mi cicatriz de nuevo herida.

Que esta muerte que escribo es toda vida
y esta vida me invita a que me muera,
pero contra mi terca calavera
mi carne crece en sangre prometida.

Pluma en tinta de luz palpo la sombra
con la fe envuelta en duda. Se delata
mi mirlo prisionero. Sigo preso.

Nombro otra vez la sed que no se nombra
y el mundo que se nombra se desata
para volver a atarme hueso a hueso.


XVII

Esta nublosa tarde desearía
perder con mis sentidos el sentido
de todo cuanto fui, si es que yo he sido,
y cuanto sigo siendo todavía.

Presiento que la ciega fantasía,
donde gime mi tiempo malherido,
sólo podrá existir cuando el olvido
haga noche total mi breve día.

Cuando envuelto en su sombra halle la clave
de la luz y renazca en la callada
verdad que el hombre inicia en cada muerto.

Que todo esto que sueño, bien se sabe,
es decir, bien lo sé, no alcanza a nada,
pues nada será al fin mi reino cierto.

Subir

 
     

© 2004-2009 Juan F. Cárceles. • Aviso legal Mapa del Sitio • Powered by W³EditSite • Socios tecnológicos Softcom - Momo & Cía. • Diseño:Juan F. Cárceles.